La interconexión de las economías ha hecho que cualquier choque regional tenga repercusiones mundiales. En un escenario de crecimiento moderado, la cooperación multilateral resulta más crucial que nunca.
Organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Organización Mundial del Comercio (OMC) y el Banco Mundial funcionan como pilares para sostener la prosperidad y mitigar riesgos en un entorno incierto.
Desde la crisis de 2008, estas instituciones han afinado sus mecanismos de respuesta para enfrentar nuevas amenazas financieras y comerciales. Su rol trasciende el financiamiento; actúan como centros de asesoría y regulación globales.
Cada uno aporta herramientas únicas, pero su sinergia fortalece la resiliencia de los sistemas económicos ante choques externos.
Con 191 Estados miembros, el FMI tiene como misión central promover estabilidad financiera global y prevenir crisis. Su labor se ejerce a través de tres instrumentos principales:
En 2024-2025, sus programas han sido cruciales para naciones en desarrollo con crecimiento proyectado de apenas 3.8% en 2025, frente al 6% de la década de 2000.
La Organización Mundial del Comercio vela por el flujo ordenado de bienes y servicios. A través de foros de negociación y un mecanismo de resolución de disputas, facilita un entorno donde las reglas son claras y se reducen las barreras arancelarias.
Su acción ha sido determinante para contener guerras comerciales y mantener un crecimiento del comercio mundial, aunque éste haya caído por debajo del 3% anual desde 2020.
Especializado en proyectos de inversión y asistencia técnica, el Banco Mundial enfoca sus recursos en infraestructura, reducción de pobreza y crecimiento equitativo. Sus préstamos y asesorías promueven obras viales, energéticas y de salud en regiones con carencias profundas.
En América Latina y África, donde la infraestructura pública ha quedado rezagada, sus programas han sentado las bases para atraer inversión privada.
La interdependencia expone vulnerabilidades. Para afrontarlas, es indispensable una coordinación estrecha de políticas fiscales, monetarias y comerciales, que atenúe la fragmentación económica.
Sin esta cooperación, el riesgo de estancamiento secular y crisis financieras se intensifica en un mundo donde el crecimiento global apenas alcanza el 2.3%–2.9%.
La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC) y el Acuerdo de París subrayan que la estabilidad económica no puede disociarse de la sostenibilidad ambiental.
Proyectos de adaptación y mitigación requieren financiamiento de largo plazo y coordinación con organismos financieros para evitar que efectos climáticos extremos erosionen la recuperación económica.
La próxima década podría registrar el crecimiento más bajo desde los años sesenta si no se renueva el compromiso multilateral. La acción conjunta de FMI, OMC y Banco Mundial, junto a marcos verdes como el Acuerdo de París, será decisiva.
Solo mediante un renovado espíritu de cooperación y la adaptación de marcos de gobernanza global se podrá enfrentar la fragmentación económica, el proteccionismo y los desafíos sistémicos emergentes.
Es momento de reimaginar la gobernanza internacional y fortalecer los lazos que sostienen la estabilidad económica global, garantizando un futuro próspero y sostenible para todas las naciones.
Referencias