La inflación se ha convertido en uno de los temas más debatidos en la economía mundial. Tras la pandemia y las disrupciones recientes, gobiernos, empresas y ciudadanos preguntan: ¿estamos ante un fenómeno temporal o frente a una realidad que llegó para quedarse?
Históricamente, episodios de alta inflación suelen relacionarse con guerras, crisis sanitarias o shocks energéticos. Sin embargo, la actual combinación de factores —desde la fragmentación de las cadenas de suministro hasta la transición energética acelerada— otorga al fenómeno un carácter inédito.
Desde mediados de la década de 1970, los países avanzados han experimentado varias oleadas inflacionarias, pero rara vez han permanecido por encima de 4% durante más de un año. Hoy, las proyecciones muestran un escenario distinto.
Según estimaciones recientes, el promedio mundial de inflación será de 4,0% en 2025, ligeramente superior al 3,9% previsto para finales de 2024. Para 2026 y 2028, se espera un ajuste moderado, con 3,9% y 3,8% respectivamente. Estos números sugieren la posibilidad de una nueva normalidad inflacionaria más alta que en la década previa a la pandemia.
Estos datos de la OCDE reflejan que las expectativas de inflación han dejado de descender, lo que podría consolidar un entorno de precios en alza.
En enero de 2025, la inflación de energía en la OCDE alcanzó el 4,0%, con disparidades que van desde -12% en Australia hasta cerca de 40% en Turquía. La inflación subyacente y la de alimentos se mantuvieron estables en 4,8% y 4,4% respectivamente.
Detrás de estas cifras convergen múltiples causas:
La interacción de estos elementos plantea el riesgo de entrar en un “nuevo régimen inflacionario”, donde la volatilidad y el nivel de precios se mantengan elevados durante varios años.
La persistencia de la inflación impacta directamente la vida cotidiana y la estrategia corporativa:
Para las familias, implica reducir el poder adquisitivo, reajustar presupuestos y buscar instrumentos financieros que protejan el valor del ahorro. Los trabajadores, en su mayoría, demandan ajustes salariales, lo que puede alimentar nuevas presiones de precios.
En el ámbito empresarial, la inflación encarece insumos y costes operativos. Las compañías se ven obligadas a:
Ante un contexto donde la inflación podría estabilizarse en niveles superiores a la media histórica, es vital implementar acciones concretas:
Además, los gobiernos y entidades reguladoras deben equilibrar la contención de precios con estímulos al crecimiento y la promoción de inversiones sostenibles en energías limpias.
Si bien algunos efectos inflacionarios responden a condiciones temporales, los factores estructurales y geopolíticos sugieren que no podemos confiar en una rápida reversión a la baja. El desafío radica en adaptarnos a un entorno donde la inflación, aunque moderada, permanecerá en torno al 3-4% en los próximos años.
Aquellos que entiendan esta nueva realidad y adopten medidas preventivas encontrarán oportunidades para proteger su bienestar y consolidar el crecimiento. La diferencia entre ver la inflación como un obstáculo o como una llamada a la innovación dependerá de la capacidad de anticipación y resiliencia de cada individuo, empresa y gobierno.
Referencias