El mercado laboral global atraviesa uno de sus momentos más desafiantes en décadas. Entre tasas de paro persistentes, salarios estancados y tecnologías disruptivas, las perspectivas para mediados de 2025 requieren un análisis detallado y acciones contundentes.
Según la World Employment and Social Outlook: May 2025 Update de la OIT, se estima una reducción de hasta 7 millones de empleos en el conjunto de la economía mundial para este año. Esta caída responde a múltiples factores, entre ellos una economía internacional más débil, tensiones geopolíticas y fricciones comerciales.
La tasa de desempleo promedio en países OCDE se mantiene en torno al 4.9%, la más baja desde 2001, aunque oculta realidades muy dispares. En abril de 2025, la OCDE contabiliza 34.4 millones de personas sin empleo, una cifra ostensiblemente alta si consideramos las potencialidades productivas del bloque.
Dentro de la OCDE, Japón y México destacan con las tasas más bajas de desempleo, situadas en 2.5% en marzo de 2025, seguidas por Chequia (2.6%) y Polonia (2.7%). En el extremo opuesto, España lidera con 10.9% de paro, superando incluso a Colombia (9.6%), Finlandia (9.5%) y Grecia (9.0%).
Las brechas por edad son visibles: la tasa de desempleo juvenil (15-24 años) alcanza 11.2% en la OCDE, 7.1 puntos por encima de la de los mayores de 25 años. Países como España, Luxemburgo y Suecia superan incluso diferencias de 15 puntos. Por género, la disparidad es menor, con 5.1% en mujeres y 4.8% en hombres.
En muchos países avanzados se observa una devaluación salarial sostenida. Por ejemplo, en España los contratos más bajos han caído 22.6% desde 2008 y el salario medio retrocede 7.6%. Esta erosión se traduce en más de 10 millones de trabajadores por debajo del umbral de pobreza, y una tasa total de pobreza del 22.3%.
Globalmente, las rentas de trabajo pierden peso frente a las de capital, lo que agrava la desigualdad. Se intensifica la polarización y destrucción de empleo por cualificación: mientras desaparecen puestos rutinarios, crecen las vacantes para perfiles muy especializados y para tareas manuales difíciles de automatizar.
La edición 2019 de Perspectivas de Empleo de la OCDE preveía ya que la tecnología, la globalización y el envejecimiento de la población reconfigurarían el empleo. Hoy, la automatización e inteligencia artificial (IA generativa) redefine roles y procesos, creando oportunidades y desplazando trabajos repetitivos.
La escasez de mano de obra calificada sigue siendo un obstáculo: cerca de un millón de vacantes sin cubrir a fines de 2024, aunque la brecha se va reduciendo lentamente. El teletrabajo obliga a las empresas a repensar sus estrategias de talento y competencias.
Enfrentar la creciente desigualdad y polarización exige revisar la negociación colectiva, fortalecer la protección social y adaptar la regulación laboral a nuevos modelos de empleo. La recualificación y el aprendizaje permanente son imperativos para millones de trabajadores.
La implementación de salarios mínimos dinámicos y políticas activas de empleo busca mejorar las condiciones laborales y reducir el desempleo estructural, aunque algunos efectos puedan tensionar el crecimiento a corto plazo.
La OIT advierte sobre los riesgos de nuevas tensiones geopolíticas y choques comerciales, que podrían frenar la recuperación del empleo. Sin embargo, emergen países en desarrollo como potenciales polos de crecimiento, aunque aún no alcanzan plena consolidación.
En definitiva, el mercado laboral mundial de 2025 exige una respuesta coordinada entre gobiernos, empresas y sociedad civil. Solo con políticas integrales, inversiones en capital humano y adaptación tecnológica se podrá construir un futuro del trabajo más justo y próspero.
Referencias